La noticia de la falta de acuerdo es preocupante, pues el océano antártico alberga algunos de los ecosistemas más importantes y vulnerables del planeta y sus corrientes son responsables de mantener la biodiversidad marina en todo el mundo.
Un bien colectivo internacional
La Antártida es el cuarto continente más extenso del mundo. Sin embargo, las difíciles condiciones climáticas y de acceso hacen que este lugar esté prácticamente deshabitado - con excepción del personal que trabaja en las bases científicas en la zona - y que sea una de las últimas zonas inexploradas del planeta.
La competencia mundial por el control de la Antártida comenzó en 1904, cuando Argentina instaló la primera estación científica permanente en el continente austral. Poco tiempo después Chile, el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Francia y Noruega también empezaron a reclamar soberanía sobre partes de la Antártida, lo cual ha contribuido a agudizar otros diferendos territoriales como el que mantienen Argentina y el Reino Unido sobre las Islas Malvinas (o Falklands, según la denominación británica) en el vecino Océano Atlántico Sur.
El creciente interés geopolítico y científico por la Antártida llevó a que estos 7 países firmaran junto a Bélgica, Estados Unidos, Japón, Sudáfrica y la Unión Soviética, el Tratado Antártico en 1959. El objetivo era garantizar el uso pacífico y exclusivamente científico de la Antártida y evitar que la región se convirtiera en otro escenario más de la Guerra Fría, por lo cual el Tratado estableció que las disputas territoriales quedarían suspendidas mientras se encuentre vigente.
Al día de hoy, 54 países en total han ratificado el Tratado Antártico, aunque sólo 27 de ellos tienen derecho a participar con voz y voto en la toma de decisiones sobre el continente por haber demostrado que realizan actividad científica sustancial y regularmente en él. Adicionalmente, otros acuerdos internacionales se han firmado para complementar el tratado, como la Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, que entró en vigor en 1982.
Un escenario clave para la vida en la Tierra
Entre las numerosas especies marinas que habitan el mar austral, hay una que reviste una particular importancia: el krill antártico. Este crustáceo es la base de alimentación de muchas especies de aves, mamíferos y peces, y es particularmente apetecido por la industria pesquera. Pero además, el krill cumple una función fundamental para el equilibrio climático en el planeta, pues en sus desplazamientos transporta carbono de la atmósfera desde la superficie hasta las profundidades del océano.
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